Parque eólico en Portugal. Foto: bjalin |
Hace cinco años, Portugal decidió reducir su dependencia de la energía fósil. Hoy, tras muchos (y ambiciosos) proyectos de inversión en la implementación de energías renovables y en la investigación de nuevas formas de energía respetuosa con el medio ambiente, el 45% de la electricidad del país viene de estas fuentes, frente al 17% que tenían en 2005.
Cuando hablamos de energías renovables (de todo lo que tiene que ver con la biotecnología blanca, en realidad), encontramos siempre un prejuicio enorme difícil de vencer: sus altos costes. No obstante, la experiencia portuguesa muestra algo distinto: los precios de la electricidad soportados por los ciudadanos no han subido demasiado, ya que la red de suministro es ahora doméstica. Ya no tienen que importar (y pagar) toda esa energía fósil.
La electricidad que viene de fuentes de energía renovables no es algo tan nuevo: ya hace bastante que muchos países (incluida España) obtienen una parte importante de su energía de las grandes plantas hidroeléctricas. Pero ahora hablamos de un cambio, de la búsqueda de nuevas formas que incluyan esta energía, pero también la solar, la eólica, la geotérmica y la biomasa; además de explorar otras formas de explotar la hidráulica, como la utilización de la fuerza de las olas del mar.
Y es ahí, en la electricidad renovable nueva, la que no incluye las tradicionales plantas hidroeléctricas y donde entra todo lo relacionado con la bioenergía, donde tanto Portugal como España juegan un papel importante en Europa: son el tercer y cuarto país respectivamente con más electricidad procedente de estas fuentes, solo por detrás de Islandia y Dinamarca.
Ahora el reto está en continuar por este camino: la inversión en la investigación de nuevas formas de energía (la geotérmica, por ejemplo, es casi inexistente en España), el impulso de la colaboración entre ambos países para compartir recursos y conocimiento, y la promoción de la utilización de estas fuentes por parte de un sector privado clave a la hora de hacer el cambio.
Fuente | The New York Times
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